Sobre todo en entornos urbanos, la sociedad se ha acostumbrado a vivir en un ambiente sonoro de alta intensidad, los cuales generan graves problemas auditivos para la población a lo largo de la vida. El hecho es que, al convivir con esta situación durante tanto tiempo, muchas personas ya no se dan cuenta del riesgo de daño para el sistema auditivo. En consecuencia, las personas se acaban acostumbrando y el ruido puede llegar a pasarles desapercibido e ignoran sus consecuencias.
El ruido de las obras, el claxon de los vehículos, las cafeteras de los bares en pleno funcionamiento, la muchedumbre hablando alto en un local cerrado, etc. Todos estos factores, entre muchos más, aunque sea difícil darse cuenta, contribuyen a producir daños al sistema auditivo. No sólo se trata de la escucha de ruidos molestos, sino también de aquellos que sobrepasan el límite de decibelios aceptable para el sistema auditivo. Exponerse demasiado a ellos, puede perjudicar ocasionalmente o de forma permanente la audición.
Los hábitos también ponen en grave riesgo la audición. Por ejemplo, escuchar música a alto volumen con auriculares, acudir a eventos con mucho ruido, asistir a conciertos y discotecas, etc. Se trata de situaciones habituales que superan en gran medida el límite de ruido que el sistema auditivo puede aguantar. Según la OMS, este cúmulo de actividades acostumbra a sobrepasar los 110 dB.
Cuando se produce una pérdida auditiva temporal por causa de un sonido intenso, como por ejemplo por un petardo, se conoce como trauma acústico agudo. Cuando la exposición a sonidos fuertes es continua, este fenómeno se denomina trauma acústico crónico, y se desarrolla de manera gradual.
La OMS indica que exponerse a 80 dB durante más de 8 horas al día, en el entorno laboral, requiere uso de protección auditiva para no ser lesiva. Si el ruido es superior a los 85 dB, supone un riesgo de pérdida auditiva si continua con el tiempo. Cuando éste se sitúa por encima de los 100 dB, existe un riesgo de pérdida inmediata. Para evitarlo, no se debería escuchar ruidos de este calibre por más de un cuarto de hora al día. Cuando los sonidos superan los 110 dB, la exposición debe ser menor a 1 minuto. Y por último, cuando se sobrepasan los 125 dB, el ruido llega al umbral del dolor, volviéndose insoportable a los 140 dB.
A continuación, se detallan los ruidos que, con una exposición prolongada, pueden dañar al sistema auditivo:
Lavavajillas: 60 dB
Aspiradora: 65 dB
Conversación acalorada (oficina): pueden ser 80 dB
Tráfico rodado en la ciudad: 80-85 dB
Claxon de un automóvil: 90 dB
Motocicleta: 90 dB
Sierra eléctrica, cascos de música: 95 dB
Discoteca, petardos pirotecnia: 110 dB
Concierto de rock, taladro: 120 dB
Sirena de tren, alarma de incendio: 125 dB
Martillo neumático: 130 dB
Avión despegando: 140 dB
La mayor recomendación es evitar los ruidos fuertes, pero en caso de no poder evitarlos, utilice protectores auditivos. Recuerde que su salud auditiva es parte de su calidad de vida.